LAS MUJERES DE AFGANISTÁN
El regreso a la edad de piedra, esto pasaba en Afganístán con el régimen talibán en el gobierno. Las mujeres vivían encerradas, no pueden trabajar fuera de sus casas y no tienen derecho a la educación.
El partido talibán tomó el poder y desató una dura represión islámica. Las mujeres perdieron sus derechos, debían seguir el sharia (Leyes del Corán), quedarse encerradas, no trabajar ni hablar con los hombres. Todo el mundo debía rezar cinco veces al día o ser apaleado por la recién creada policía religiosa musulmana.
En Afganistán, las mujeres tenían prohibido trabajar, salir solas, manejar y estar con hombres que no sean parientes. Si caminaban por las calles, debían estar cubiertas de pies a cabeza, para que ninguna parte de su cuerpo tentase a los varones. Si tomaban una micro, debían sentarse por separado de los hombres. Cualquier infracción se castigaba duramente y se penaba por la flamante policía religiosa. ¿Locura, machismo exacerbado? La explicación es simple: en Afganistán tenía el poder una facción fundamentalista extremista, lista para retrasar el reloj a los siglos profundos del Islam.
Las mujeres del Islam vivían en un mundo extraño, que las hacía reinas del hogar, pero las encerraba entre cuatro paredes, sin educación, independencia o voz propia. Según la Sharia, la ley de Mahoma registrada en el Corán, la mujer no era en absoluto igual al hombre.
Medio Oriente, desde los tiempos inmemoriales, sostiene la institución de la poligamia. El profeta y fundador del Islam limitó el número de esposas aunque permitió a quel que pudiera mantenerlas a tener la cantidad de concubinas que quisiera, aunque éstas debían ser esclavas porque una mujer libre sólo podía tomarse sino como esposa oficial. En una serie de reglas muy estrictas, explicitadas en la cuarta sura del Corán, Mahoma ordena que todas las esposas sean tratadas por igual, con corrección, que el hombre las mantenga, les dé una dote al casarse y, si se divorcia, que tenga que seguir manteniéndolas. El hombre debe reconocer a todos sus hijos como legítimos, aun lo de las esclavas concubinas y, repartir su herencia en términos iguales. Caso insólito para la época y la región, las mujeres también heredan, son dueñas de su propiedad y de su dote y, pueden acceder al divorcio, aunque deben presentar cuatro testigos de los maltratos de su marido.
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