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HABÍA UNA VEZ UN ESTEREOTIPO DE GÉNERO QUE...

Por: Alejandra Buggs Lomelí

“Soñar con que un príncipe azul nos rescate a las mujeres, puede ser peligroso para nuestras emociones y arruinar nuestras vidas”

La mayoría de las mujeres cuando éramos niñas leímos o nos leyeron algún cuento de hadas o princesas.

Si bien los cuentos se convierten en lecturas que permiten y fomentan el desarrollo de nuestra imaginación, también a través de ellos se transmiten de manera sutil estereotipos sobre mujeres y hombres con atributos claros, definidos y muy específicos.

Definamos a los estereotipos de género como el conjunto de actitudes, creencias, prejuicios e ideas preconcebidas que la sociedad tiene sobre las pautas culturales y sociales de los sexos, impuestas desde tiempos inmemoriales y que van pasando de generación en generación.

Por ejemplo, de los hombres la sociedad espera que sean trabajadores, inteligentes, fuertes, que no lloren o expresen sus miedos, jefes de familia, proveedores, agresivos y valientes.

Y de las mujeres se espera que seamos pacientes, siempre arregladas (para los otros), amas de casa, tiernas, obedientes, delicadas, madres, objetos sexuales, sensibles, dependientes, por mencionar algunos.

En los cuentos de hadas y princesas podemos ver que por lo general las mujeres son quienes experimentan las peores condiciones de vida aun cuando al final de todas las historias se cierre con el acostumbrado “y vivieron felices para siempre”.

El mensaje que queda en el inconsciente colectivo de la gran mayoría de las sociedades es que las mujeres no tenemos identidad, y que tiene que venir (sin importar de dónde) un príncipe azul a otorgarnos esa identidad.

Tampoco la mujer en estos cuentos sobresale por su inteligencia, pero sí por su paciencia, perseverancia y sacrificio para las y los otros.

Por lo general en estas historias, tanto la mamá como el papá son figuras ausentes en la vida de las mujeres sin tener a alguien que les proteja, ame u oriente en la vida.

Casi siempre son perseguidas por mujeres “malas” como “Maléfica” en “Blanca Nieves”, o las hermanastras y madrastra en “Cenicienta”.

Y al final son “salvadas” por hombres valientes, guapos y fuertes que no hacen daño a nadie, porque son príncipes azules.

El riesgo emocional de todo esto es que estas fantasías sobre “rescates” están tan arraigadas que las mujeres que las alimentan realmente esperan que se conviertan en realidad, sin darse cuenta que esta actitud es resultado de esas fantasías.

Si en un momento el codiciado y tan esperado príncipe las deja, entonces las mujeres que han hecho absolutamente todo por mantenerlo a su lado, pensarán que algo les faltó y que si hubieran sido más comprensivas, más sexuales y complacientes, entonces habrían sido felices para siempre.

La mujer se sentirá responsable de no tener pareja, buscando en sí misma defectos y tratando de que otros hombres, como un psicólogo, un médico u otra pareja, les “arregle” esas imperfecciones, sin reconocer y validar lo que su sentido común les dice.

El peligro de todo esto es que al soñar con el príncipe que las rescate, las mujeres pueden verse involucradas en relaciones frustrantes, destructivas o de abuso, e incluso no valoran sus propias capacidades y logros.

Otro de los grandes riesgos del efecto de estas fantasías convertidas en lacerantes estereotipos de género, es que muchas mujeres pueden experimentar una profunda ruina emocional y hasta económica.

Me queda claro que en la actualidad algunos de los cuentos de
hadas han intentado romper con esos estereotipos, mostrándonos en “Mulan”, escrita por Rita Hsiao, a una protagonista que se hace pasar por hombre para salvar a su dinastía.

Por otro lado, la princesa “Fiona” en “Shrek” rompe con el estereotipo de que todas las princesas tienen que ser bonitas, y más recientemente en el cuento de “Valiente”, “Mérida”, la protagonista, es una impulsiva y experta arquera que lucha contra los esfuerzos de su madre, quien trata en vano de convertirla en una princesa modelo, por lo que la relación entre ambas se torna difícil.

Afortunadamente, cada vez más mujeres estamos desarrollando un modelo libre de estereotipos de género, que nos marca la pauta para valernos por nosotras mismas.

Convencidas de que no dejamos de ser mujeres si no tenemos una pareja al lado que nos legitime, o si no somos madres, y que podemos desarrollar nuestros sentidos de identidad, autoestima, independencia y autonomía permitiéndonos tomar las riendas de nuestras vidas.

Y cambiando el acostumbrado final feliz de los cuentos “y vivieron por siempre felices”, por la posibilidad de que el día a día de las mujeres sea vivido con respeto y dignidad.

PUBLICADO POR: ESTELA MENDOZA DÍAZ-MAROTO - TÉCNICA EN IGUALDAD Y RECURSOS SOCIALES.
 

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