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Las series de nuestra infancia y los mandatos de género

Las series de nuestra infancia y los mandatos de género

“La todopoderosa televisión está presente en nuestras vidas y convivimos naturalmente con ella. Es un invento cautivador, seductor y persuasivo que se ha ido ganando a pulso el uso de sobrenombres como: la reina de la casala niñera favorita, la telepasión e incluso ha llegado a ser nombrada como un luminoso y deslumbrante objeto de deseo, como un espejo en el que mirarse o como la eternainvitada... Aunque, a veces, es más intrusa que invitada”.
Trinidad Núñez y Felicidad Loscertales, “Arrinconando estereotipos en la televisión. Un análisis transnacional”.

Los medios de comunicación, productores de identidad

Los medios de comunicación son productores de identidad; una identidad que se forma mediante el diálogo con el contexto y en la creación de la cual la televisión es uno de los principales agentes, construyendo expresiones de realidad que desembocan en modelos de subjetividad.
Desde hace décadas la televisión es el medio de comunicación de masas con mayor alcance y mayor capacidad de conformación de opinión pública, así como fuente de información, entretenimiento y consolidación de valores sociales. Por consiguiente, su relevancia en cuanto al tratamiento de las mujeres, la perpetuación de roles y la educación en igualdad es indiscutible. Su grado de influencia es excepcional por ser el medio más consumido por la ciudadanía.
Pero, ¿realmente los canales de televisión tienen intención de asumir un papel responsable en la construcción de un nuevo orden social más igualitario? ¿Qué sucede con las series de dibujos animados? ¿Qué valores culturales y educativos transmiten a la población infantil? ¿Qué relación tienen con los roles de género? ¿Qué canon imponen? ¿Somos conscientes de los mandatos de género que se transmiten a través de la programación infantil? Este artículo es precisamente un ejercicio de memoria, reflexión y autoconciencia. Un acercamiento a aquellas series de dibujos de mi infancia, de la infancia de todos/as aquellos/as que nacimos en los 80 (e incluso antes) y que socializamos y naturalizamos determinados modelos de conducta de lo que se espera socialmente de cada sexo, de lo que se supone que debe ser un hombre y una mujer y cómo deben comportarse.

¿Qué es un mandato de género?


 

En el caso de las mujeres entendemos por mandato de género todas aquellas normas tácitas relacionadas con el estereotipo de feminidad tradicional imperante que tienen que ver con actividades, con emociones y con relaciones de poder.
Teniendo en cuenta esos mandatos (Lagarde, 1999; Rebollo, 2004), las mujeres debemos…
…ser bellas, vulnerables y sumisas;
…cuidar y salvaguardar el bienestar ajeno;
…situar nuestro núcleo vital en el amor (o más bien en la necesidad afectiva) y en la maternidad;
…comportarnos como seres dependientes que necesitan un hombre para sentirse completos;
…sobredimensionar todo lo relacionado con lo emocional.
En la tabla elaborada por Clara Urbano Molina, técnica de Educación y Sensibilización de Iepala (Instituto de Estudios Políticos para América Latina y África), encontramos una clara relación de los mandatos de género más comunes a los que nos enfrentamos mujeres y hombres y que se reproducen continuamente en la programación infantil.

Estos mandatos colocan a las mujeres en una situación de subordinación absoluta respecto al varón que las lleva en muchas ocasiones a olvidarse de sí mismas, a tener problemas de autoestima y ansiedad si no cumplen con todo lo requerido por el sistema, y a ocultar su verdadera identidad y sentir culpa y vergüenza cuando transgreden dichos mandatos.

¿Cómo se reproducen estos mandatos en la programación infantil?

En la vida de una mujer tienen gran influencia los medios de comunicación como factor de socialización y por ello cuesta más reconocer que crecemos bombardeadas por conductas estereotipadas y sexistas. Las series de nuestra infancia como “Dragon Ball”, “Las Tortugas Ninja”, “Caballeros del Zodiaco”, “Campeones”, “Dartacán y los tres mosqueperros”, “La vuelta al mundo de Willy Fog”, “Dragones y Mazmorras”, “Scooby Doo”, “Los Pitufos”, “Campeones”, “David, el Gnomo”, “Los Osos Gummies”, “Los Picapiedra” o “Los Trotamúsicos” (protagonizadas casi exclusivamente por varones –aunque fueran animales personificados–) u otras  protagonizadas por personajes femeninos como “Heidi”, “Candy Candy”, “La Aldea del Arce” o “Bésame Licia” lanzaban estereotipos de feminidad constantes e ideas sobre el amor romántico que aceptamos durante mucho tiempo.


Por suerte, aunque no eran muchos los modelos disidentes que escapaban a los arquetipos tradicionales de feminidad, siempre podían encontrarse grietas, incluso en el cine y la literatura, para identificarse con personajes de niñas y mujeres que transgredían las normas y que enfrentaban los roles tradicionales asignados, personajes emprendedores e independientes como Jo―la hija escritora de “Mujercitas” de Louisa May Alcott―, Momo, Ana de las Tejas Verdes, Mafalda, Punky Brewster, Pippi Långstrump, la pequeña Lulú o las protagonistas de “Fuego Salvaje” y “Mofli, el último koala”. Por desgracia, tal como podemos comprobar en dichas series, si una mujer o una niña no se adapta a los mandatos sociales y decide infringir la norma seguramente será tachada de loca o de excéntrica y vista como la oveja que ha escapado del redil y que debe ser “reeducada”.

Mucho por hacer…



La realidad no ha cambiado demasiado. En 1997, Bill Hendrick publicó en el New York Times y el Clarín de Argentina un artículo titulado “Estudio Sobre Dibujos Animados: Tan sexistas como hace treinta años” donde escribió lo siguiente: “Es posible que las mujeres hayan recorrido un largo camino desde los días de Betty Boop, pero aún siguen siendo mostradas como estúpidas en los dibujos animados que aparecen por televisión”.
La programación infantil continúa sin representar la complejidad y diversidad de género existente en nuestra sociedad. Aún son muchas las desigualdades por desvelar y transformar en los medios de comunicación, pero existen formas de romper con los estereotipos y generar nuevos productos de entretenimiento educativo para la infancia. La televisión sigue necesitada de más personajes femeninos que representen a mujeres reales, inteligentes, autónomas, empoderadas, cuya belleza y coquetería no sea su virtud principal.
Porque en el mundo real las mujeres no somos estereotipos: no somos bombas sexuales como Betty Boop ni candorosas, frágiles e insípidas jovencitas de ojos vidriosos a lo Candy, ni amas de casa abnegadas como Vilma… Ya lo decía Pippi: “¡Cuando sea mayor seré pirata! ¿Y vosotros?”. Porque somos mucho más que un arquetipo machista. Somos científicas, investigadoras, políticas, escritoras, ganaderas, jinetes, submarinistas, policías, deportistas, viajeras intrépidas, periodistas, chefs, cineastas, arqueólogas y… ¿por qué no? ¡Piratas! Somos las auténticas protagonistas de nuestra historia, el sujeto activo de la acción; nos sentimos completas sin necesidad de tener pareja; hermosas y seguras sin necesidad de llevar un vestido ajustado o unos tacones de vértigo para convertirnos en el objeto de deseo de otros; libres y dueñas de nuestro cuerpo y de nuestras decisiones para mantener relaciones afectivas simétricas y para alcanzar nuestros sueños y luchar por nuestros ideales.
PUBLICADO POR: ESTELA MENDOZA - TÉCNICA EN IGUALDAD Y RECURSOS SOCIALES.

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