La vida después de la trata
Mujeres supervivientes de trata con fines de explotación sexual trabajan para denunciar la situación de aquellas que todavía no han escapado del infierno.
l 11 de marzo de 2007, Amelia Tiganus (Galati, Rumanía, 1984) comenzaba una nueva vida como camarera en un restaurante de Guipuzkoa a siete kilómetros de su último prostíbulo, tras cinco años de actividad en clubes de toda España. Era el día de su 23 cumpleaños. “Me molestaba la luz del día, sentía pánico a la gente y encima me encontraba a viejos clientes”. Pasados los años, esa vergüenza se convirtió en rabia al caer en la cuenta de que ella no había sido prostituta por decisión propia, sino víctima de trata: “Es más fácil mentirte a ti misma que afrontar la realidad. Me habían engañado desde el principio con falsas promesas y caí en una profunda depresión”.
Con 13 años sufrió una violación múltiple. “Lo peor no fue eso, fue la reacción de la sociedad que me culpó a mí”. Y las violaciones comenzaron a ser sistemáticas. “Me venían a buscar a la salida del colegio”. No tardó en abandonar los estudios, en romper sus sueños de ser médico… A los 17, una persona le ofreció viajar a España para construir uno nuevo: ser rica y empezar de cero. Esa misma persona la vendió a un proxeneta por 300 euros al llegar. “¿Qué me diferenciaba de cualquier otra niña con 13 años de cualquier otra familia de clase media?”. Anima a acercarse a las mujeres que ejercen la prostitución teniendo en cuenta que pueden ser víctimas de trata y que ni ellas mismas lo sepan. “Necesitan nuestra ayuda. Podríamos ser cualquiera de nosotras y en cualquiera de nosotras puede estar el comienzo de su nueva vida”. En el momento en el que ella fue consciente, decidió transformar su rabia en poder.
Comentarios