Una científica rompedora de tradiciones

Margarita Salas cumple 80 años convertida en uno de los mayores referentes de la científicas españolas
“Bah, una chica. Voy a darle algo fácil y si no sale, no importa”.
Eso es lo que pensó Alberto Sols cuando a principios de la década de los
sesenta, una joven licenciada en Química fue a decirle que quería hacer
la tesis doctoral. El propio Sols lo contó en público cuando aquella
“chica” ganó el Premio Severo Ochoa de Investigación Biomédica en 1986.
Aquella mujer que era Margarita Salas superó en muchísimo las bajas
expectativas de Sols y se convirtió en la científica más reconocida del
siglo XX en España. Y esta pionera que cumple este viernes 80 años sigue
trabajando todavía como una joven tenaz y emprendedora.
Una tenacidad, la de Margarita Salas, que no solo tuvo que enfrentarse a las dificultades que cualquier joven encontraba en la gris España franquista para dedicarse a la ciencia sino que, en su caso y por su condición de mujer como evidencia claramente el recuerdo de Alberto Sols, tuvo que superar también ciertas trabas machistas. En esta cuestión es interesante cómo ha evolucionado la propia investigadora a lo largo de los años. Ella misma ha reconocido que tardó mucho tiempo en darse cuenta y ponerle nombre a aquello que había vivido durante el inicio de su carrera, los sesgos sexistas.
Que encontró barreras no hay duda pero también que decidió seguir a pesar de ellas. Desde su vuelta de EE UU, tras el postdoctoral, dirigió su propio grupo de investigación. Y en ese grupo pronto hubo otras mujeres. Algunas de ellas ocupan ahora importantísimos puestos y casi todas reconocen que ver a Margarita Salas dirigiendo el laboratorio en el que se formaron les demostró en la práctica que podían intentar llegar a dónde quisieran. Ella ha sido pionera de una saga de biólogas y biólogos moleculares que han puesto muy alto el listón de la investigación biomédica en nuestro país y una rompedora de tradiciones que ha abierto camino para jóvenes de ambos sexos.
Margarita Salas tuvo a su hija Lucía a los 37 años, cuando ya era Profesora de Investigación del CSIC. Llevaba casada con el también investigador Eladio Viñuela desde los 24 así que es fácil imaginar las presiones de todo tipo, familiares y sociales, que debió sufrir durante esos años. Pero ella decidió sobre su vida. En este momento en el que es evidente la necesidad de mujeres científicas que sirvan de referencia a las niñas y a las jóvenes, ahí está ese ejemplo. Un ejemplo que Margarita Salas, con total seguridad, no tenía ningún empeño en dar. Ella es una mujer discreta e incluso tímida. Y a pesar de ello es casi la única científica española cuyo nombre es conocido por los españoles que saben el nombre de alguna investigadora.
Esta visibilidad la ha logrado Margarita permaneciendo fiel sobre todo a sí misma y al fago phi29. Las dos cosas eran inusuales para su generación y eran de alto riesgo. La primera, tiene que ver con labrarse un perfil propio, independiente de su director de tesis doctoral, independientemente también de su novio (además de compañero durante los años de tesis) y luego marido, Eladio Viñuela, y del propio Severo Ochoa, con quien hizo su trabajo postdoctoral en Nueva York desde 1964. Era muy rompedor en aquellos años que una mujer mostrara la férrea vocación y dedicación a la carrera investigadora que ella mostró.
En cuanto al pequeño bacteriofago phi29, un virus de apenas
20 genes que infecta bacterias, ha ocupado los desvelos investigadores
del grupo liderado por Salas, primero en el Centro de Investigaciones
Biológicas, al volver de EE UU en 1967, y desde el año 1977 en el
entonces recién inaugurado Centro de Biología Molecular Severo Ochoa del
CSIC. España era en aquellos años un erial para la investigación y
Margarita ha recordado que uno de los primeros aprendizajes que tuvieron
que hacer ella y Eladio era cómo importar equipo y comprar reactivos en
el extranjero, imprescindibles para poder hacer experimentos
competitivos. La línea de investigación con phi29 como modelo
sirvió para establecer nuevos principios en biología molecular y
permitió descubrir que la enzima que utilizaba el fago para replicar su
material genético, la ADN polimerasa, tenía propiedades especiales para
amplificar otros genes. Este descubrimiento sirvió a Margarita en 1989
para, en otra decisión pionera dentro de la investigación científica en
España que aún no sabía lo que era la transferencia de tecnología, registrar una patente que daría décadas más tarde casi cuatro millones de euros en royalties.
Margarita Salas, la única científica española que pertenece, desde 2007, a la Academia Nacional de Ciencias de los EE UU, tendrá un gran homenaje el próximo 1 de diciembre en el marco de Talent Woman, el evento dedicado a las mujeres, la ciencia y la tecnología. Felicidades, Margarita. Felicidades, maestra.
Una tenacidad, la de Margarita Salas, que no solo tuvo que enfrentarse a las dificultades que cualquier joven encontraba en la gris España franquista para dedicarse a la ciencia sino que, en su caso y por su condición de mujer como evidencia claramente el recuerdo de Alberto Sols, tuvo que superar también ciertas trabas machistas. En esta cuestión es interesante cómo ha evolucionado la propia investigadora a lo largo de los años. Ella misma ha reconocido que tardó mucho tiempo en darse cuenta y ponerle nombre a aquello que había vivido durante el inicio de su carrera, los sesgos sexistas.
Que encontró barreras no hay duda pero también que decidió seguir a pesar de ellas. Desde su vuelta de EE UU, tras el postdoctoral, dirigió su propio grupo de investigación. Y en ese grupo pronto hubo otras mujeres. Algunas de ellas ocupan ahora importantísimos puestos y casi todas reconocen que ver a Margarita Salas dirigiendo el laboratorio en el que se formaron les demostró en la práctica que podían intentar llegar a dónde quisieran. Ella ha sido pionera de una saga de biólogas y biólogos moleculares que han puesto muy alto el listón de la investigación biomédica en nuestro país y una rompedora de tradiciones que ha abierto camino para jóvenes de ambos sexos.
Margarita Salas tuvo a su hija Lucía a los 37 años, cuando ya era Profesora de Investigación del CSIC. Llevaba casada con el también investigador Eladio Viñuela desde los 24 así que es fácil imaginar las presiones de todo tipo, familiares y sociales, que debió sufrir durante esos años. Pero ella decidió sobre su vida. En este momento en el que es evidente la necesidad de mujeres científicas que sirvan de referencia a las niñas y a las jóvenes, ahí está ese ejemplo. Un ejemplo que Margarita Salas, con total seguridad, no tenía ningún empeño en dar. Ella es una mujer discreta e incluso tímida. Y a pesar de ello es casi la única científica española cuyo nombre es conocido por los españoles que saben el nombre de alguna investigadora.
Esta visibilidad la ha logrado Margarita permaneciendo fiel sobre todo a sí misma y al fago phi29. Las dos cosas eran inusuales para su generación y eran de alto riesgo. La primera, tiene que ver con labrarse un perfil propio, independiente de su director de tesis doctoral, independientemente también de su novio (además de compañero durante los años de tesis) y luego marido, Eladio Viñuela, y del propio Severo Ochoa, con quien hizo su trabajo postdoctoral en Nueva York desde 1964. Era muy rompedor en aquellos años que una mujer mostrara la férrea vocación y dedicación a la carrera investigadora que ella mostró.
En este momento en el que es evidente la necesidad de mujeres científicas que sirvan de referencia a las niñas y a las jóvenes, ahí está ese ejemplo. Un ejemplo que Margarita Salas, con total seguridad, no tenía ningún empeño en dar
Margarita Salas, la única científica española que pertenece, desde 2007, a la Academia Nacional de Ciencias de los EE UU, tendrá un gran homenaje el próximo 1 de diciembre en el marco de Talent Woman, el evento dedicado a las mujeres, la ciencia y la tecnología. Felicidades, Margarita. Felicidades, maestra.
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